30/3/07

No se vos, yo no entiendo


  • No entiendo a los que pagan por un fotolog gold siendo que los blogs son gratis y podes subir las fotos que quieras.
  • No entiendo al INDEC.
  • No entiendo la Concertación. ¿Un concertador es un voluntarista del pueblo o una garrapata del poder?
  • No entiendo lo que canta Alejandro Sanz.

  • No entiendo algunos de los libros de Faulkner
  • No entiendo matemática.
  • No entiendo el beisbol.
  • No entiendo porque alguien como Bush acusa a Bin Laden de terrorista.
  • No entiendo quién le dijo a Bin Laden que puede matar civiles inocentes en nombre de Alá.
  • No entiendo por qué sube el pescado en Semana Santa.
  • No entiendo porque nadie hace nada por eso.
  • No entiendo por qué hay que comer pescado.
  • No entiendo por qué en este país hay gente que pasa hambre.
  • No entiendo a los católicos.
  • No entiendo a los protestantes.
  • No entiendo a los judíos.
  • No entiendo a los musulmanes.
  • No entiendo a los ateos.
  • No entiendo por qué molesta una papelera en otro país si acá tenemos 30.
  • No entiendo muchas cosas, pero entiendo otras pocas. En resumen, sólo sé que no sé nada.

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29/3/07

Semanario Futurista





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28/3/07

Alfa

Al llegar supe que el doctor le había recomendado reposo. Tres o cuatro días en cama.
–Mejor dicho –dije– otros tres o cuatro días en cama.
Mi mamá, que no escuchó bien, me repitió el diagnóstico y puso su mejor cara de preocupación. Dijo que el viejo ya estaba en edad de cuidarse y agregó una frase que me gustó:
–Ya no le sobra cadena para tanta bicicleteada.
Ahora no recuerdo bien si me dijo que “viera la forma de conseguir estos remedios (al tiempo que me pasaba una receta)” o si me pidió “unas monedas para comprar esto (al tiempo que me pasaba una receta). De todas formas, recuerdo que fui a mi habitación, me saqué la ropa que llevaba puesta, abrí el armario, y me puse a seleccionar la camiseta.
Con la casaca blanca del Real Madrid me fui al partido de todos los viernes con los muchachos. Como es bastante sorda, creo que no escuchó cuando le dije: –No vengo a cenar.
Al levantarme en la mañana sentí que mi padre le hablaba, a los gritos, a mi madre.
–... trabajo. Ni siquiera un libro, puede creer usted que le regalé El Quijote y ahí lo tiene hace cuatro meses, abajo de una caja de zapatos.
–Sí, viejo, sí. Me acuerdo –contestó mi madre.
Él siguió refunfuñando incluso hasta que mi madre salió de la cocina y, descarado, también cuando yo llegué a la cocina. Para darle bronca, hice este comentario:
–Mmm, que rico. Qué está haciendo de rico viejita linda –grité para que oyera mi madre.


Además de yo y mis padres (me pongo adelante sólo para contradecirlo:”El burro por delante”, decía cuando me nombraba en primer término), mi familia estaba integrada por mi linda y dulce hermanita: Maribel tenía 7 años, era regordeta, rubia y muy picarona, y con la inteligencia que hoy en día es común en los pibes que vienen a este loco mundo. Ah, tengo que agregar que mi padre incluía a sus tres perros; Tango (un feo, sucio y retraído Setter irlandés), Gardel (un Dogo argentino que siempre me odió) y Malvina (una rebelde pero noble Ovejero alemán).
Gloria, mi madre, era un elefante; grandota de cuerpo, no había hecho otra cosa en su vida que trabajar y trabajar para sacar adelante a su familia. Desde que se estaba quedando sorda, había perdido peso en la casa. Era casi como una mucama a la que llamábamos mami. Julio, era su esposo y también mi papá. Más bien petiso, los 51 años lo arrastraban en una tormenta de decaimiento general; un cabello que estaba perdiendo sus componentes laterales, ojeras que predominaban sobre unos ojos negros insulsos, una nariz diminuta pero algo deformada por alguna piña del pasado y dientes amarillos por el cigarrillo y el café; su aspecto general, en honor a la verdad, era mucho peor desde que sucumbió en el mal del trago y el juego.
Los problemas entre los dos comenzaron cuando me fui haciendo grande y fueron en aumento según mis etapas; preferí a mi madre cuando era niño, lo ignoré en la adolescencia, y me llevé a los tropezones cuando cumplí 18. Frase corta, tal vez exagerada, tal vez cierta:
Nos unía la sangre, nos podía llegar a separar lo mismo.
Recuperado, acometió de nuevo.
–Mucho fulbo y poco estudio usté –me dijo con esa manera de hablar tan suya.
–Y usté –acá fui irónico– mucho juego y poca presencia.
Los gritos y puteadas fueron bastante fuerte ya que mi madre llegó corriendo y gritó (siempre lo hacía desde que no escuchaba bien):
–Qué son esos gritos, ¿acaso ustedes dos quieren que los vecinos se rían de nosotros y nos tilden de mala familia?
Sólo la aparición de Maribel, en piyamas y media dormida, calmó los ánimos.
–Ves lo que lográs con tus gritos –sentencié.
El almuerzo transcurrió en paz. Mi madre le preguntó a mi hermana cómo le iba en la escuela, yo le hice bromas sobre supuestos novios y mi madre me pidió que esa tarde la llevara al cine. Dije, no puedo, los chicos me pasan a buscar en seguida. Julio habló:
–Yo tampoco, a las cinco de la tarde quedó en venir don Moya para hacerme un presupuesto de una puerta.
Mi madre, feliz, preguntó:
–¿Vamos a cambiar la puerta de entrada? Qué lindo, hace años que se viene abajo, y claro si está ahí desde que hicieron la casa, en el ’75; también podríamos aprovechar...
–No, no –interrumpió Julio–. Baje la velocidad mujer, no cambiamos nada, agregamos una, mejor dicho.
–Yo quiero una Barbie –pidió Maribel.
–Cómo es eso –intervine–. Otra puerta, ¿dónde?
Julio contestó el pedido de Maribel. Le prometió una para cuando cobrara. Después miró a mi madre y, respondiéndome a mí, le dijo:
–La puerta se va hacer en la habitación de él. De esa forma todos podemos salir al patio más rápido y cómodo. Vos mujer, por ejemplo, no vas a tomar tanto frío cuando salgás a tender la ropa recién lavada.
Creo que no lo interrumpí porque pensé que era una broma. No lo era. A las cinco, me enteré después, vino don Moya, el albañil.
En la cena, Julio se veía contento, gozoso diría yo. Mi madre estaba callada y mi inocente hermana, sobornada con una nueva promesa: su ansiada muñeca le sería entregada el mismo lunes.
–Al final –dijo el descarado– no nos va salir tanto como pensamos. Claro está, va ser una puerta humilde, con la única función de habilitarnos una salida exprés al patiecito.
Yo me había bañado y había colgado prolijamente la camiseta usada esa tarde para ir al centro con los muchachos: de imponente azul y blanco, la número 4 del Inter de Italia era una más de mi preciosa colección de camisetas de fútbol, que ya ascendía a un total de doscientas.
Mirándolo directo a los ojos, empecé:
–Ni en pedo dejo que hagan una puerta en mi habitación.
–Oponerse por oponerse no tiene sentido. Dame una razón lógica.
–...
–Ves, no sabés qué decir. Se hace y punto –dijo.
Luego, antes de levantarme de la mesa, agregué:
–Sólo la hacés para romperme las pelotas y para poder joder con tus perritos.
Un tiempo después, algo así como un mes, la puertita estaba en mi habitación. Mi padre, una vez más, muy enfermo de sus castigados pulmones: mi madre, cada vez más sorda.
Fue un sábado porque recuerdo claramente que salí a bailar. Volví y me acosté, sentí un chiflete de frío; finalmente me dormí. Al despertarme, para estar en casa, quise ponerme la camiseta del Porto de Portugal. Para mi sorpresa no la encontré. Para mi muerte en vida, a decir verdad, no estaba esa ni ninguna otra.
No sé por qué me di vuelta y clavé mis ojos en la ilustre puerta. Estaba medio abierta, el candado roto tirado en el piso. Empecé a gritar, insultar. Media hora después no podía creer lo que escuchaba:
–Y qué querés que hiciera, Tango, Gardel y Malvina durmieron adentro para hacerme compañía; tu madre durmió con Maribel porque lloraba por una muñeca que quiere que le compre. Yo enfermo, me vino bien el abrigo de unos amigos. Cómo saber... Qué país, ya no se puede vivir sin que uno pase a engrosar la lista de víctimas del robo.
Dos meses después aún lamentábamos la insólita muerte de mi padre. En otra de sus escapadas al juego, se olvidó las llaves. Estaba enfermo, hacía frío, mucho frío. Con mi madre sorda, mi hermana en casa de una compañera de la escuela y yo en un inusitado sueño profundo, se pasó cinco horas expuesto al terrible clima. Murió, una semana después, de una feroz pulmonía.
Repito, hacía mucho frío. Tanto, que yo ahora duermo en la habitación que antes ocupaba él. Mi madre en la de Maribel, que ahora disfruta en mi antigua habitación de la cercana presencia de Tango y Malvina. Gardel, el dogo, sucumbió a un envenenamiento.

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26/3/07

En mi barrio no se consiguen


Jordan Matter es un fotógrafo que recorre las calles de New York (donde el topless es legal) y se divierte mucho, sin dudas. Mientras mis salidas sin rumbo a la calle terminan en el quiosco del "José Luis" en una rica Coca Cola, las de él terminaron en esta desopilante y sensual galería de fotos. Realmente muy buena.

PD: José Luis me debés una Coca por este chivo.

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25/3/07

Me llevé "Sexo" a marzo



En Argentina se incluirá la materia Educación Sexual en las escuelas. Después de maldecir mi suerte por no ir a la secundaria ahora, recibí una carta de mi sobrino de 21 años explicando por qué aún va a la secundaria. Acá va, que la disfruten, pero no tanto che...

Mi maestra de "Práctica" es Luciana Salazar. No sé por qué, pero soy medio burro y tengo que repetir mucho los ejercicios. Ahora busco maestras particulares.
En "Teoría del sexo" tengo a Wanda Nara, que dice que no puede dar la clase de Luciana porque ella no sabe... ay, ay, ay.
En "Dualidad sexual" tengo al profesor Ricky Martin, que nos enseña que en materia de sexo hay más de un camino...
En "Linguística" tengo a Mónica Lewinsky, a la que no le conocemos la voz...
El texto oficial de la clase es la revista Playboy. El aula está decorada con posters del culo de Nicole Neumann, luces rojas y en el techo hay espejos. Mi compañero Pablo prefiere el apartado "Manuela, la solitaria", un texto unipersonal...
En cambio Daniel falta mucho a estas clases, por lo que en la escuela ya se corren rumores sobre su sexualidad. En "Matemática sexual" tengo a Nazarena Vélez, que nos dio una fórmula que dice que no falla:
1 agachada---- 1 productor= trabajo seguro
La materia está sólo en 5to año, yo ya repetí tres veces, pero no me quejo.

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24/3/07

Pluralismo

Bienvenidos a Argentina, hogar de la diversidad y la neutralidad...






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23/3/07

7 errores que no repetirás


1-No memorizarse el horario de regreso del marido de tu amante.
2-No volver a gastar la plata que cuando eras chico te daban para ir a Karate en los video juegos. Haceme caso, te puede servir para el punto 1.
3-Si no sos futbolista, sé abogado. Dejá la honradez para los demás.


4-No debutar con Silvia Suller, podría ser perjudicial para tu carrera sexual.
5-No aprender a distinguir entre una mujer y un travesti con cara de mujer.
6-Saber que si viste Rocky I no hace falta ver la II III IV V ni VI.
7-Si querés festejar seguido no te hagas de San Lorenzo (esto fue auto cargada y me duele mucho, no jodan).

Traducción al "mexicano"
1-Acuérdate de la hora que vuelve el cornudo guey!!!!
2-No te mames la mosca del Karate en las maquinitas, chinga tu madre!!!!
3-Si no eres jugador sé un abogado brother.
4-No coger con Verónica Castro, pues te pudrirá el "garrote" guey.

Traducción para España
1-Memorizar el horario de regreso del esposo de vuestra amante, gilipollas!!!
3-Si no eres futbolista, pues sé un letrado. La honradez dejadla a los otros.
4-No empezar follando con Conchita Martínez, su nombre podría serte perjudicial.
5-Distinguir entre una hembra y un Miguel Bosé con peluca.
6-Sabéis que si viste Rocky I no es necesario que veas las demás coño!!!

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21/3/07

Vírgenes del gol

Cuento que escribí hace tiempo. Tomate 5 minutos para leerlo. Agradeceré tu comentario.

Yo lo miraba absorto, y utilizando las últimas letras de mi absorto, dije: qué orto. Todo lo que sobrevino después es inexplicable y de un tinte claro de humor negro. Por fin la gloria se acordó de nosotros y quedaríamos registrados en los récords del mundo entero.

Antes de eso, sucesos que contaré progresivamente, mi pueblo llevaba veinticuatro años participando de los campeonatos amateurs de fútbol que se jugaban en el oeste argentino y, aunque no nos hubiera gustado, tranquilamente podríamos haber figurado en el Libro Guinness de los Récords. A través de todos esos años el equipo terminó en la última posición, que no sería lo más denigrante de este caso si no existiera otro pequeño detalle en las campañas: nunca pudo convertir un gol y, en cambio, recibió trescientos ochenta y tres.
Intentando enterrar el pasado vacío de éxitos y repleto de bochornos deportivos, nos entrenamos más que nunca. Fueron dos meses de pretemporada en que los ejercicios físicos constituyeron la actividad principal y al mismo tiempo, una novedad. Estábamos en la etapa final en la que teníamos que agarrar el ritmo futbolístico. En esas andábamos un miércoles de enero en la plaza del pueblo, en el que el atardecer gigante del interior del país nos sorprendió, nuevamente, tomando unas cervezas bien heladas. Éramos tres de los integrantes del plantel que esa tarde había entrenado a los pies del sol que regaló una temperatura de treinta y siete grados con una humedad inexistente de diecinueve por ciento.
El gordo Álvarez, no tan grande como su corazón,lanzaba una de sus célebres cargadas. Su víctima de ocasión era el goleador sin goles del equipo, Juan Pablo Alchapar.
–– Olfatea el sabor ––le dijo seriamente––. Después agregó socarronamente: –– Olfato de gol no tenés, pero para la cerveza sos un goleador de raza.
Sus estadísticas le contaban a todos que en tres años, en los que jugó cuarenta y ocho partidos –36 oficiales y 12 amistosos-, estuvo a punto de convertir un gol en dos oportunidades. Un cabezazo en el día de su debut dio contra la parte externa de la red del arco y por un instante glorioso el pueblo estuvo a punto de gritar la palabra prohibida. La otra ocasión que tuvo Alchapar para que Marechal –bienvenidos- trascendiera sus cerros y montañas secas enquistadas de cactus y rodeadas de jarilla, fue en un partido que jugamos en nuestra cancha ante cincuenta y tres espectadores contra el equipo de Justo Daract, de la vecina provincia de San Luis. Un centro sin destino certero fue a chocar contra la mano de uno de los defensores puntanos y el árbitro cobró el penal. Cuando sonó el silbato yo creí que el hombre de negro había cobrado posición adelantada, no conocíamos la excitación, el dulce sabor que desprende la próxima ejecución de un tiro penal. El rumor de la llegada de la gloria se expandió rápidamente por todo Marechal, y en pocos minutos las humildes instalaciones del “Gigante de Los Andes” –así conocíamos nosotros al estadio- se vieron rebasadas de espectadores que no entendían nada de lo que estaban viendo pero que sin embargo sentían un cosquilleo en la piel de los brazos, que todos interpretamos como el comienzo de algo histórico.
Como ningún integrante del equipo de Marechal tomaba la decisión de ejecutar el penal, el árbitro oriundo de San Juan le entregó la pelota en las manos a Alchapar. Un leve estremecimiento sacudió las hojas de los árboles de los alrededores: era la onda expansiva provocada por el temblor de las largas piernas del delantero convertido en involuntario protagonista del hecho más fragoroso en la vida del pueblo.
Cuando terminó de acomodar la pelota en el punto del penal, su mente se negaba a responder su auto pregunta sobre a qué orilla ejecutar el tiro. Tan sólo once metros lo separaban de la chance de convertirse en héroe. Justo antes del momento crucial el arco le pareció demasiado chico, no era el que había visto toda su vida. El remate no fue a parar a ninguna orilla. Ninguno de nosotros pudo observar lo que pasó, ya que nubes de arena cubrieron todo el área: Alchapar le había pegado a la tierra, y la pelota llegó mansamente a las manos del arquero que ya estaba tirado sobre su derecha. Al final del encuentro, solamente siete personas que se quedaron supieron el resultado final: 0-5 en contra.
–– Somos un desastre ––comentaba la gente.
–– Habría que prohibir el fútbol en el pueblo, para no pasar más vergüenza –– sugerían otros.
Dos semanas antes del inicio de una nueva temporada, muy a pesar de muchos, nos aprestábamos a emprender un nuevo desafío. El gordo Álvarez, nuestro mejor y único arquero, Roberto “El Hacha” Demetrio, Alchapar y yo, Danilo Lentini, leíamos los rivales que nos deparó el sorteo del fixture. En la primera etapa compartíamos grupo con San Rafael y General Alvear. Además nos tocó uno de los “cucos” del torneo: Cutral Có de Neuquén. Los otros dos rivales serían Villa Mercedes de San Luis y Calingasta de San Juan. Para ser honesto, yo era uno de los más asustados con la peligrosidad de nuestros futuros contrincantes. Como segundo marcador central ya sufría imaginándome todo el trabajo que me esperaba para detener los embates de los enormes delanteros rivales. Siempre creí haber nacido para ser un centrodelantero, “el nueve”, para cansarme de hacer goles y recorrer el mundo reclamado por los mejores clubes. La realidad me fue retrasando de a poco en la cancha y terminé por soñar con ser un defensor implacable en la marca de los mejores delanteros del mundo. Siempre supe la forma exacta de marcar a Ronaldo, pero quizás soñaba demasiado.
Esa tarde el sol reinaba a sus anchas en un diáfano cielo mendocino. Sus rayos se apoderaban de nuestro pueblo, el calor era de infierno. Desde el fondo de la calle principal, vimos levantarse el polvo milenario de la pre cordillera. En el medio de la cortina de tierra una figura que no pudimos identificar en un primer momento avanzaba hacia nosotros emitiendo un sonido lejano, sucio, irritante. Nos miramos sin entender, en un silencio que casi hablaba. Permanecimos a la espera de lo inevitable. La figura ahora se deformaba generando otras a su alrededor. El gordo se anticipó al tiempo y pocas veces lo vi hablar tan en serio.
–– Hijos de puta ––dijo––. Son esos políticos de mierda gastando la plata del pueblo.
En efecto, eran ellos. Iban parados en la parte de atrás de cuatro camionetas Ford 100 último modelo. El candidato a intendente por el Partido Vecinalista Federal, Ricardo Testaferro, estaba en el centro de todos vestido con una camisa de seda verde pastel y unas bermudas blancas con bolsillos anchos. Repartía saludos y besos al estilo de las reinas de la Vendimia, cargados de poder y vacíos de sentimientos. Sus caras denotaban la ansiedad voraz que sólo el poder es capaz de dibujar en los rostros de aquellos que sueñan con él para llenarse los anchos bolsillos de bermudas blancas o pantalones de vestir. Al vernos, la jauría de asesores que caminaban a los costados de las camionetas nos saludó y abrazó como amigos de siempre e hicieron bajar del trono al candidato de entradas mal disimuladas con mechones peinados de atrás hacia delante, bigotes para acentuar la personalidad, y sonrisa de metal. Nos puso al tanto de sus planes.
–– Vamos a ser el ejemplo de todos en el deporte ––aseguró con firmeza––. Nos miró para estudiar reacciones faciales y se desató: –– El complejo deportivo que vamos a construir estará encabezado por los mejores especialistas, médicos deportólogos, nutricionistas, profesores de gimnasia, masajistas, y todo gratis para que ustedes sólo tengan que pensar en ser los mejores.
Alchapar cometió el error imperdonable de creer, y entonces Testaferro soltó otra andanada de promesas electorales en un discurso omnímodo que duro veinte minutos y culminó con una frase que tuvo un eco fantasmal:
–– Este pueblo está condenado al éxito.
Dos días antes del inicio de un nuevo campeonato, dos técnicos habían sucumbido en el fango de nuestra habilidad. El primero fue Jorge Zabala, un mendocino de pura cepa que nos reunió en el medio de la cancha una, dos, tres y mil veces para remarcarnos una, dos, tres y mil veces que “la mejor manera de defender es teniendo la pelota, cuando la perdemos hay que hacer un esfuerzo y correr, ustedes tienen piernas igual que todos, saquen el talento que llevan muy adentro”. Después dio indicaciones individuales. Cuando me llegó el turno, me dijo:
–– Desde ahora vos vas a jugar con los bolsillos cosidos. No podés jugar con las manos en los bolsillos ––concluyó remarcando la palabra bolsillo con ademanes aspaventosos que me intimidaron.
Cuando terminó el entrenamiento metí la mano derecha en el bolsillo del pantalón corto azul y descubrí que todavía me quedaban pedazos de galleta. Zabala se fue como vino, sin avisar. Tres días después llegó Germán Rodríguez, un porteño que nos presentaron como la persona que “descubriría oro en las montañas”. Al principio del primer entrenamiento en conjunto lo oímos dar diferentes indicaciones:
–– Este equipo jugará con tres defensores, dos volantes tapón, tres de ida y vuelta, un enlace y un punta.
–– Cagué ––pensé yo––, ahora hago banco.
La práctica entre titulares y suplentes –con dos jugadores menos– terminó 0 a 0. ninguno de nosotros se sorprendió de que al día siguiente Rodríguez ya no fuera. Sólo para darnos una mano, para tirarnos el salvavidas, Benito Pugliesi aceptó hacerse cargo de la dirección técnica del primer y único equipo de Marechal Fútbol Club. Benito era el encargado de mantener en buen estado el césped que nunca tuvo nuestra cancha. Cuando llegó el día del debut, Benito dio la formación en el colectivo cuyo destino era Calingasta:
Abel Álvarez en el arco, Juan Raya, Roberto Demetrio, Hernán Martínez, Omar Miguez y Carlos Riquelme serían los cinco defensores. En el medio, Gabriel Rifourcat –nuestra estrella–, Jorge Sic, Pablo Silas y Mateo Motuca. Como solitario delantero, responsable del gol y de las posibilidades erradas estaría Juan Pablo Alchapar. Yo, Danilo Lentini, calentaría el banco.
A las cuatro de la tarde de un sábado 19 de enero, con 38 grados a la sombra de árboles que no estaban en ninguna parte, comenzamos a jugar con camisetas de mangas largas porque las de manga corta todavía estaban secándose en el alambre del patio de Doña Ermigia Gómez de Alchapar. A los tres minutos, Braulio Santos, el goleador sanjuanino que contaba ya con representante sacó un derechazo que pasó debajo del cuerpo del gordo Álvarez nueve segundos antes de que su cuerpo llegara al suelo. Cuando el árbitro marcó el final del primer tiempo las trescientas personas que fueron a ver a los locales dieron las gracias por poder descansar sus gargantas que utilizaron seis veces. En la segunda parte, dimos lo mejor de nosotros y pudimos equilibrar el trámite del juego. De todas formas nos llamó la atención que Calingasta tocara para atrás y para los costados una pelota que pudimos meter en el área de ellos una sola vez. El resultado final fue 7 a 0. En la segunda fecha perdimos como locales con Cutral Có por 4 a 0. Luego San Rafael se apiadó de nosotros y nos ganó por un exiguo 3 a 0. Después de diez fechas nuestra posición era la de siempre: últimos, sin puntos y sin goles. Cuarenta y cinco tantos en contra hicieron que fuéramos a parar a la zona consuelo, donde jugarían los cuatro peores equipos del torneo.
En la primera ronda el tiempo mantuvo su viento árido privado de emociones frescas para nosotros. Personalmente mi mejoría fue notable. Me adueñé de la titularidad y conecté dos cabezazos en el área rival. Uno pasó dos metros por sobre el travesaño y en el otro le pegué con la nuca y la pelota se fue al lateral. Una sorpresa nos depararon los encuentros revanchas de la segunda ronda. Todo empezó en el primero, jugando en nuestra cancha contra 25 de Mayo de La Pampa. En el minuto veintiocho del primer tiempo, una sensación nunca antes experimentada recorrió nuestros cuerpos en un escalofrío que comenzaba en la rodilla izquierda y terminaba bajo la forma de un ligero temblor en la mano derecha. Era la sensación de la cercanía del gol. En efecto, a partir de ese momento, que le produjo una corditis a Benito de tanto gritarnos “sigan así que llega, sigan así”, una sucesión de jugadas con lujos incluidos nos dejó cuatro o cinco veces al borde del momento tan esperado por los marechales. El primero en sorprenderse fue Juan Raya, que luego de tomar la pelota en la mitad de la cancha (con un pase mío)agachó la cabeza y de pronto se encontró con el arquero que le salía a taparlo. Su escasa experiencia fuera de los límites de la mitad de la cancha, y la certidumbre arraigada en todo el pueblo de que Dios había cometido un error con las piernas de Raya al ponerle la derecha en lugar de la izquierda y viceversa, se congeniaron para que su remate fuera a parar mansamente a las manos del arquero. Rifourcat, Silas y Motuca también tuvieron la chance de que en el futuro la calle principal de Marechal llevara su nombre, y tuvieron también la oportunidad de que nunca más un equipo se burlara de nosotros, como sucedió una vez con un jugador del Gran Mendoza que en lugar de intercambiar un banderín, sacó un pequeño diccionario de su bolsillo ante la mirada petrificada de nuestro capitán. En un susurro que la brisa se encargó de esparcir como la mejor de las chusmas de barrio para que recorriera el país, dijo muy suelto de cuerpo:
–– Le falta sólo una página, pero no importa porque es la página donde sale la palabra gol. Ustedes no la necesitan ––alcanzó a sentenciar antes de largar una carcajada descomunal.
El partido con 25 de Mayo concluyó 1 a 0 para los del sur de La Pampa. Por un gol en contra de un defensor que ahora no recuerdo con precisión. El segundo partido fue de visitante con Guaymallén de Mendoza y logramos establecer nuestra marca de imbatibilidad. Estuvimos empatados en cero por más de noventa y ocho minutos, porque el árbitro, descaradamente localista, dio nueve de descuento. Cuando el cronómetro marcó el minuto cincuenta y cuatro el 10 de ellos se plantó frente a dos defensores nuestros, puso el pie derecho sobre la pelota y con un giro veloz salió hacia el centro del campo dejándolos atrás, después me tiró un caño a mí y sacó un zurdazo inoportuno que se clavó en el ángulo superior izquierdo de un gordo Álvarez que voló como nunca para luego hacer lo de siempre: sacar la pelota de adentro.
Una semana después, bajo el cielo de Aries, Marechal completo estaba reunido en torno a la cancha arrastrado por el aire de esperanza que sopló nuestras dos últimas presentaciones. No faltaron los envidiosos que dijeron que la congregación se debía a que todos sabían que Ricardo Testaferro, el nuevo intendente, en una acción demagógica había asegurado que disolvería el equipo para no pasar más vergüenza y que los opositores no nos mencionaran como un déficit de su gestión municipal. Al margen de las especulaciones, nuestro último rival era Villa Krause de San Juan, un equipo poderoso que cayó en desgracia luego de que le suspendieran por tres años a catorce jugadores que participaron en una piñadera histórica con los jugadores de Olta, La Rioja.
Muchos de los presentes, lo supe tiempo después, estaban en la cancha porque se rumoreaba que vendrían veedores del Libro Guinness de los Récords para comprobar con sus propios ojos la historia que llegó a sus oídos sobre el que probablemente fuera el peor equipo del mundo, los vírgenes del gol.
–– Nunca jugué con tanta gente ––me dijo Rifourcat con voz trémula.
Quise responder pero mi voz se ahogó en el caldo espeso del tremendo susto que invadía mi razonamiento. Rifourcat siguió buscando en mi el apoyo que esperaba.
–– ¿Será cierto lo que dicen?.
En menos de un segundo lo miré de reojo, me tomé mi caldo espeso de miedos y reaccioné con una frase a la cual la historia se encargará de darle su importancia posterior:
–– Me importa un carajo lo que digan.
El primero en asustarse con tamaña demostración de coraje y personalidad fui yo mismo. Rifourcat, al contrario, mostró una sonrisa expresada en el rostro pero dibujada en el corazón y me dijo palmeándome un hombro:
–– Gracias. Salgamos a jugar, este es el momento que soñamos siempre, nuestro momento.
Nuestras viejas veleidades de grupo dieron paso a una profunda empatía. Los gritos de aliento proferidos por Rifourcat repercutieron en la cercana majestuosidad de Los Andes. Los primeros minutos del partido produjeron un estremecimiento en la gente que observaba con estupor. Ya a los tres minutos Sic recuperó una pelota, giró sobre su cintura de 95 centímetros y amagó a cambiar de frente al mismo tiempo que tocaba suave a la derecha para la subida de Rifourcat, que con velocidad se metió entre dos rivales, tocó corto con Silas que le devolvió con precisión la pared y, ya dentro del área, picó la pelota por sobre el cuerpo del arquero. El travesaño nos negó el grito postergado por generaciones, pero no pudo ahuyentar la sensación de que algo estaba por suceder. Sobre el final de la primera etapa, con el marcador en cero, Mateo Motuca desenganchó su cuerpo de gigante escandinavo del cuadrado del sector izquierdo de la mitad de la cancha que nunca traspasaba y se metió entre los defensores con ínfulas de toro herido y cuando fue a encarar al líbero sanjuanino, recibió de éste un planchazo que le produjo una fractura del peroné. Cuando nos dieron el penal, todos comenzamos a saltar como si hubiéramos convertido un gol, todos menos Juan Pablo Alchapar, que se aferró a la pelota como la miseria se había aferrado a Marechal en un tiempo sin testigos. Fue tan firme su decisión personal de ejecutar el penal, que nadie se atrevió a proponer una alternativa. Nadie recordó que Juan Pablo ya había pateado antes un penal. Entre la gente hubo varios heridos en medio de la desesperada carrera que se desató por ubicarse detrás del arco del equipo de Villa Krause para ver lo que ningún otro mortal de este mundo había podido ver: un gol del Marechal Fútbol Club.
Alchapar se paró con las manos en jarra, como los que saben. Nunca miró al arquero. Observó siempre de reojo al árbitro esperando que diera la orden. Finalmente, en medio de un silencio de muertos, comenzó a desandar la carrera que había tomado. Le pegó a la pelota con su derecha letal pero el tiro se estrelló en el pecho de un arquero que se quedó en el medio del arco. El rebote fue a parar hasta la mitad de la cancha, donde esperaba sin esperanza un delantero de Krause que eludió a Álvarez con gambeta hacia fuera y puso el 1 a 0.
Extrañamente la concurrencia no se fue después del primer gol y tampoco después del segundo, del tercero, ni del cuarto. Segundos después de que el árbitro marcara un minuto de descuento, el arquero sanjuanino hizo un saque de arco que sería el inicio del final del partido. Por el área volvía caminando hacia tres cuartos de cancha, con la cabeza gacha, Juan Pablo Alchapar. El destino de reglas anárquicas quiso que el potente saque de arco chocara contra la cabeza de nuestro delantero; Alchapar cayó fulminado al suelo un segundo antes de que la pelota se metiera en el arco de un arquero sanjuanino que la vio pasar impotente por sobre su cuerpo.
Dos días después, el entierro de Juan Pablo Alchapar era una fiesta popular en la que Marechal seguía festejando el primer gol de su historia y en la que dos personas comentaban entre risas a los padres del goleador que su hijo tendría el honor de figurar en un libro de récords como el único muerto que hizo un gol.

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20/3/07

Diario de un Feo: "Caperucita y yo"


Anoche soñé que participaba en el cuento de la Caperucita Roja. Resulta que estaba yo caminado por el bosque, era invierno y hacía mucho frío...

por eso iba tapado hasta los ojos con una capucha. De pronto oí desgarradores gritos de auxilio, por lo que prontamente corrí hacia el lugar de donde provenían las voces. Al llegar vi a la abuelita acorralada por el lobo feroz y gritando que se había comido a Caperucita. Yo grité "lobo mal parido, dejala en paz". Corrí hacia el lobo y me saqué la capucha que traía en la cara. El sueño casi que se cortó ahí, pero tengo dos noticias, una buena y una mala.
La buena es que al verme el lobo vomitó a Caperucita. La mala es que al verme la abuelita se asustó tanto que le dio un infarto y estiró las patas...

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16/3/07

Yo sobreviví a Buenos Aires


Y no crean que fui a visitarla, no señor. Soy campesino y me la banco, pero tomé el colectivo equivocado; cuando cuento esto muchos no me creen, porque resulta que yo iba a La Casualidad, un pueblito del oeste salteño...

Se imaginarán que hay mucha diferencia, pero no conjeturen porque yo en los ómnibus no hago más que dormir, tanto que alguna vez desperté en la playa de estacionamiento de una empresa. En síntesis, me di cuenta cuando bajé en Retiro y, a unos 50 metros, una orda de indios en son de guerra que venían de una villa cercana nos afanó los bolsos.
-Qué jodida está La Casualidad -dije.
-¿Casualidad? -me respondió otro pasajero-. En Buenos Aires la casualidad es que no te roben viejo.
Tardé 35 minutos en encontrar la salida de la terminal, otros 30 para conseguir taxi y otros 45 con la vuelta que me dio el tachero. Al menos me sirvió para conocer un poco, porque pasamos varias veces por el mismo lugar.
Lo único bueno es que en Once me compré la original del Barcelona a sólo $12, el vendedor me dijo que en el interior estaba a $145 por el costo del flete. Quise llamar a la chica a la que iba a ver a La Casualidad para avisarle del pequeño desvío y peguntarle si, por casualidad, andaba en Buenos Aires, pero un maratonista me afanó el celular en Florida.
De nada me sirvieron las 4 horas en la comisaría, donde me di cuenta que no sólo en el interior dormimos la siesta. Dirán que a mi me pasan todas, pero un rato antes se había escapado el "petiso me la piso", un violador serial de hombres. En el ascensor del hotel me lo encontré (no preguntén por qué lo reconocí). Me encaró y... me preguntó la hora: eran las 13.45
Salí para comer algo y tomé un taxi que resulto ser trucho y además de robarme me dejó tirado en la villa "La Cava", donde me hicieron acordar con cariño del petiso me la piso. Enojado volví a Retiro para tomar el primer colectivo a mi ciudad.
Dirán que es raro, pero fue la primera vez que no pude dormir en un viaje, supongo que el asiento era duro, porque algo me dolía mucho.

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15/3/07

Una historia de abusos



Comunicamos a nuestros
blogvidentes que debido a que
la neurona y media del autor de este espacio
se ha amotinado contra él en represalia por
los excesos cometidos el último fin de semana,
el mismo no atenderá sus puertas
el día de hoy.
Enfrascado en arduas negociaciones
con esa neurona y media para
zanjar ondas diferencias,
el autor promete que el asunto
estará solucionado para cuando el
sol vuelva a posarse sobre el este
sepan disculpar las molestias ocasionadas

Dpto de prensa e imagen pública de Humortales

Nota para la prensa:
la neurona y media ha tomado de rehén
el hemisferio derecho del cerebro, por lo que
las negociaciones se han tornado complicadas
cuasi como diálogo entre sordo y mudo dijo un testigo.
Último momento: ¡la neurona y media exige
la presencia de Crónica TV para entregarse!!!

PD: es joda obvio. la verdad es que estoy enfermito, pero ya pasa, ya pasa, duermete mi niño, duermete ya, poorque viene el cuco y te comerá, ... (jaja canción de infancia)

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Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.

13/3/07

DIARIO DE UN FEO: "Querido diario"


Esta sección narra las peripecias e historias tragicómicas que tiene que sufrir un hombre feo por ser... feo. Será de actualización semanal. Aquí les va esa, que les quede bien... Cualquier coincidencia con la realidad es pura casualidad che, por lo tanto ni Carlitos Tévez, ni Néstor Kirchner, ni el príncipe Carlos de Inglaterra, ni Michael Jackson, ni Diego Peretti, ni Woody Allen, ni Carmen de Mairena, ni ningun otro ser no agraciado por la naturaleza podrá enjuiciarme.

El marketing hoy recurre a cualquier recurso para ganar adeptos y, así, restárselos al rival. Por eso no extrañará este coemnatario que hoy escribió el feo.

En Burger King inventaron un método para que la gente no vaya a Mc Donalds: pusieron una foto mía con la inscripción "Empleado del mes en Mc Donalds".

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12/3/07

Luciana Salazar, mi chica...





... perdón, quise decir, mi imagen de perfil de ahora en más. Las fotos son de un desfile hecho en Malargüe, Mendoza. Yo estuve ahí, pero leyendo un libro...

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¡Yo tuve ortorexia! ups


Ya se están riendo de mí, qué hdp. No, no tenía el culo roto, ni cagado, ni con dislexia. Sufría la enfermedad llamada ortorexia, que es cuando uno tiene una obsesión por comer sano. Es como la anorexia, pero más mal hablada...

Sé que hoy está de moda la anorexia, pero soy un renegado de la moda, esperen ya sigo... me sacó el pullover escote en v, el sobretodo a cuadraditos y los mocasines y vuelvo. Ya está, volví. Podría estirarme y empezar a nombrar gente que sufre dolencias parecidas, Madonna me informan que tiene ortorotorexia, cuya explicación desconozco pero que sé que Ricky Martin es portador de ese virus.
Se preguntarán cómo me curé la ortorexia, pues voté a De la Rúa, y en vez de comer sano ya ni siquierqa comía.

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10/3/07

15 cosas para recordar si se van tus viejos


RECORDATORIO SEMANAL
1-Regar las plantitas
2-Juntar plata para el cabarulo
3-Cambiarle los pañales al abuelo
4-Volverlo a guardar en el placard


5-Mirar The Film Zone luego de las 12
6-Comprar saquitos de té
7-Alimentar al abuelo
8-Volverlo a guardar
9-No olvidarme de guardarlo para que no me vuelva a mear el living
10-Mandar muchos SMS al 9009 con el mensaje "un voto paa todos"
11-Ir al cabarulo
12-Acordarme de dejar al abuelo encerrado para que no vuelva a meter al gato al horno
13-Para la próxima aprender a cocinar
14-Ponerle el traje al abuelo para su velorio
15-Buscarme una casa para cuando vuelvan mis viejos.

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